Ama a esa mujer que no conoce.
La ve algunas horas al día. Ha llegado a acompañarla tres o dos noches. Incluso sus manos se unieron una vez.
Sabe su nombre, el color de su pelo, la forma que tiene de mirar en las clases a las que asisten juntos.
Pero no conoce el sonido de sus tacos en una vereda nocturna de verano.
No sabe la expresión de sus ojos cuando ella ha pasado caminando entre los olores de las pizzerías de la calle San Luis.
No ha llegado aún a percibir sus grandes dolores, el simple hecho de la angustia económica.
Conoce sí su voluntad de no abandono, dos o tres centenares de tonos de su voz.
Sabe que le llevará mas de toda la vida abarcar el tiempo en que se verán, el lugar donde espera a uno de los dos la blanca muerte.
No ha apoyado el pabellón de su oreja sobre sus pechos. A través del noventa y nueve por ciento del tiempo que corresponde a su no estar con ella, la ve sin embargo trasluciéndose sobre el movimiento continuo del gentío, sobre los barrales cromados de los autobuses, a través de las paredes siniestras de los ascensores.
No es visionario estúpido y quizá tampoco un idealista.
Ningún auto lo pisará a causa de su imagen.
Simplemente ama a esa mujer que no conoce.
Elvío Gandolfo, Mendoza (Argentina)
Más info aquí y aquí.
Muy bonito. Esta conjunción amor, tiempo y muerte, aquellas cosas inescrutables, elementales y que tanto peso tienen en la vida del hombre.
ResponderEliminarSaludos
Una bonita manera de ver las cosas... y mas especial en verso
ResponderEliminarUn saludo, PAz