domingo, 1 de abril de 2007

Poemas

Ahí escribo algunos de los poemas que más me gustan...
Creo que mi poeta preferido es Quevedo. , aún no puedo entender como enlazaba cada palabra de esa manera tan extraordinaria, y sobre todo como puede hacer reir o llorar con cada uno.

DEFINICIÓN DEL AMOR
(Quevedo)

Es hielo abrazador, es fuego helado,

es herida que duele y no se siente,

es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,

un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.


Este es el niño, Amor, éste es su abismo.

¡Mirad cuál amistad tendrá con nada

el que en todo es contrario de sí mismo!



SI MIRO TUS OJOS...
(Vicente Alexandre)


Si miro tus ojos,
si acerco a tus ojos los míos,
¡oh, cómo leo en ellos retratado todo el pensamiento de mi
soledad!
Ah, mi desconocida amante a quien día a día estrecho en los

brazos.
Cuán delicadamente beso despacio, despacísimo,
secretamente en tu piel
la delicada frontera que de mí te separa.
Piel preciosa, tibia, presentemente dulce, invisiblemente
cerrada
que tiene la contextura suave, el color, la entrega de la fina
magnolia.

Su mismo perfume, que parece decir: "Tuya soy, heme
entregada al ser que adoro
como una hoja leve, apenas resistente, toda aroma bajo sus
labios frescos".

Pero no. Yo la beso, a tu piel, finísima, sutil, casi irreal bajo el
rozar de mi boca,
y te siento del otro lado, inasible, imposible, rehusada,
detrás de tu frontera preciosa, de tu mágica piel inviolable,
separada de mí por tu superficie delicada, por tu severa

magnolia
cuerpo encerrado débilmente en perfume
que me enloque de distancia y que, envuelto rigurosamente,
como una diosa de mí te aparta, bajo mis labios mortales.
Déjame entonces con mi beso recorrer la secreta cárcel de mi vivir,
piel pálida y olorosa, carnalidad de flor, ramo o perfume,
suave carnación que delicadamente te niega,
mientras cierro los ojos, en la tarde extinguiéndose,
ebrio de tus aromas remotos, inalcanzables,
dueño de ese pétalo entero que tu esencia me niega.


SONETO XIII
(Garcilaso de la Vega)

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu’el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo ’staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

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